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viernes, 13 de abril de 2018

“QUE VIVIR SOLO ES SOÑAR… Y LA EXPERIENCIA ME ENSEÑA…”

Antonio-Pedro Tejera Reyes

“Algunas veces detrás de la justicia se esconden la ignorancia y la maldad”

Siguiendo con nuestras reflexiones y recuerdos, nos viene la inspiración a tratar hoy un tema extraído de muchos de los recortes de periódicos que, tenemos colgados por todas partes en algunas de nuestras mesas de trabajo diario.

Y es que el embrollo en el cual vemos metida – estamos metidos todos – a la sociedad, nos preocupa cada día más, sin que veamos atisbos de que la cosa pueda solucionarse.

Hay elementos que pululan por estos mundos de Dios, sin importarles para nada el daño que hacen un día sí, y otro también.

Leemos por enésima vez, en uno de esos artículos que tenemos colgados, unos párrafos del colaborador de este diario, EL DIA, “Honoris Causa”, publicado el 25 de mayo de 2003, con el título “La envidia como recurso”, donde dice literalmente: “El afán de superarse personal y profesionalmente, anima a muchas personas cada día, en su vida particular y en su trabajo. Sin embargo, estos luchadores anónimos no encuentran casi nunca la respuesta lógica a sus esfuerzos, que sería la de ser compensados con agradecimiento y satisfacción. Mas, bien al contrario, porque, en la mayoría de los casos, la lucha por el perfeccionamiento es mirada como un auténtico atentado para esa clase de personas que utilizan la envidia como recurso.”

“Esto es así porque quienes son envidiosos como respuesta al deseo de mejorar de otros, usan semejante sentimiento como un recurso, casi como un arma arrojadiza. De hecho, completan la jugada inventando mentiras y patrañas con el fin de justificar su envidia y a la par, hacer daño al envidiado.” 

Continuaba el comentarista, resaltando que resulta inadmisible que grandes personas y mejores profesionales, se tengan que disfrazar cada día de gris, de seres anodinos, para no atraer sobre sí las iras de los envidiosos, por lo que sería un buen ejercicio que se adoptara un sentimiento nuevo como característica, que el afán de superación, se convirtiera en una bandera de todos  Tal vez es esto lo que se necesita es quitarnos de encima la loza que nos están suponiendo tantos envidiosos apostados por doquier. Porque esos inútiles disfrazados de víctimas torturadas son un lastre insostenible si queremos mejorar. Hay que combatir por todos los medios que se use, la envidia como el recurso de los ineptos y de los vagos, y poner de moda el trabajo bien hecho, la responsabilidad y la honradez.

Sin duda estas frases y esta propuesta no tienen ningún “desperdicio”, que dijeran los principios de la “Calidad Total” del Dr. Edwar Deming.

Sabemos que el asunto de los envidiosos va muchos más lejos de lo que proponen las líneas precedentes ya que en el transcurso de nuestra dilatada vida, hemos visto como a nuestro alrededor se han caído castillos aparentemente muy bien cimentados, por causa precisamente de esa lacra social que es la envidia, la cual ha llevado a personas aparentemente normales y correctas, a cometer las mayores atrocidades, atentando incluso contra el honor propio y de sus familias, sin importarles para nada, cometer los mayores actos y escándalos delictivos, como vemos reflejados casi diariamente en todos los medios de comunicación en los que escribimos.

Se nos corrompe la sociedad a pasos agigantados sin que nada podamos hacer, es decir, podemos hacer algo, como por ejemplo escribir estas líneas, pero… ¿Servirán para algo más que para despertar de seguro la repulsa, y por extensión más envidia en los seres que aludimos?

No nos cabe la más mínima duda de que estamos desfasados en el tiempo y el espacio. Venimos de otras generaciones en que la tolerancia era cero para multitud de las cosas que hoy son casi doctrina. Sin embargo, no podemos “arrojar la toalla” ante situaciones de la vida en la cual se hace necesario volver a unos principios que nunca debieron perderse, como son el respeto a la justicia, la razón, la honestidad, la moral, la fidelidad y al trabajo bien hecho.

Insistir en esta necesaria realidad, es lo que procuramos hacer todos los días. Pregonar la necesidad de construir un mundo donde los principios de la cultura de la paz sean la luminaria que vaya por delante en todas nuestras acciones, es algo más que una ilusión: es nuestra meta.

Cuando el mundo nos coloca en la triste situación de sufrir cada día la tortura del “maltrato psicológico” el refugio en la acción de crear el ambiente propicio para el debate de esta realidad que nos azota, se ha convertido ya para nosotros en un ineludible deber, al cual servimos con todo lo que podemos entregar en conocimientos y experiencias, algo en lo que estamos encontrando las más cálidas respuestas hoy, desde los  más lejanos países, y que, como semillas esparcidas encontradas en los senderos de la Universidad para La Paz, allá en nuestra Costa Rica, en ese inmenso continente americano de tantas satisfacciones que hoy superan, con mucho, los más preclaros objetivos que en su día pudiésemos proponernos.

“En una tierra donde se glorifica lo nimio y se desprecia lo trascendente… donde importa más el “cuanto” que el “como” … donde la vanidad se come al honesto… donde el “listo” es más apreciado que el inteligente… donde el verdugo se transforma en víctima… donde los compromisos se resquebrajan como el cristal… en esa tierra no quisiera vivir…”.

Reflexiones que recogiéramos hace ya algunos años, en estas mismas páginas de EL DIA. Es lo que hay.

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