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sábado, 18 de noviembre de 2017

SAN PETERSBURGO. LABORATORIO DEL MUNDIAL 2018

Isidoro Sánchez García

Nada más llegar la selección española de fútbol a la ciudad rusa de San Petersburgo para que comenzase a nevar. Era el mensaje climático de España a Rusia y así empezaba el martes 14 de noviembre de 2017.

La primera vez que asistí a un partido entre España y Rusia fue en Madrid el 21 de junio de 1964, cuando el gol de Marcelino para hacer el 2-1 definitivo en el estadio Chamartín. Para la segunda ocasión tuve que viajar a Moscú, con pasaporte extraoficial, a finales de mayo de 1971 y observar el día 30 de mayo, en el estadio Lenin, el 2-1 que nos endosó la URSS a la España de Iribar y Amancio, con gol de Reixach. La tercera ocasión fue en el estadio Sánchez Pizjuan de Sevilla el 27 de octubre de 1971. El resultado fue de empate a cero y el defensa central canario Tonono jugó un partidazo. 

El estadio Krestovki o Zenit, conocido también como el Gasprom-Arena, fue testigo en la noche otoñal del 14 de noviembre de 2017 de otro match entre Rusia y España, que vi por televisión aunque el encuentro era amistoso. No obstante resultó ser un laboratorio del Mundial del 2018 a celebrar entre 14 de junio y 14 de julio, fechas muy familiares para los franceses, los venezolanos y los canarios por el recuerdo de las efemérides del asalto a la Bastilla, de don Francisco de Miranda y de don Agustín de Betancourt, respectivamente. Lo fue no solo por el resultado, 3 a 3, sino por el partido en sí, con dos penalties incluidos, favorables al equipo de Lopetegui que Ramos se encargó de ejecutar, y por la lesión del cancerbero ruso en el último minuto que  pudo ser muy grave.

En otro orden de cosas el canal 5 de la  Televisión española perdió la oportunidad de dar a conocer (vender) la ciudad rusa como modelo turístico - urbanístico. Por su ubicación junto al mar Báltico, por  los valores universales de su centro histórico, por ser una ventana abierta a Europa, por la riqueza de sus canales y puentes, por sus edificios arquitectónicos espectaculares tanto civiles como religiosos, y por el museo del Ermitage. Es que San Petersburgo es mucho. Desde Pedro I en 1707 hasta Putin en la actualidad, pasando por la zarina Catalina la Grande y los zares Alejandro y Nicolás, por las figuras de Pushkin, poeta, y Agustín de Betancourt, ingeniero canario, y por el revolucionario Lenín, incluyendo la Perestroyka de 1991 liderada por Gorbachov.  De ahí los diferentes nombres que la han caracterizado en distintas etapas: San Petersburgo, la ciudad de San Pedro, al principio; Petrogrado, desde 1914 hasta 1924; Leningrado, desde 1924, cuando la muerte de Lenin, hasta 1991, año de la Perestroyka, en que vuelve a tomar el nombre inicial.  

San Petersburgo fue capital de Rusia en algunos momentos (1712-1918), es la segunda ciudad tras Moscú y una de las más grande de Europa. Cuenta con más de 5 millones de habitantes y es sede de la Corte Constitucional de Rusia. Nos espera en 2018, Año Europeo del Patrimonio Cultural, para compartir con el Puerto de la Cruz (Tenerife), el 1 de febrero, el 260 aniversario del natalicio del ingeniero canario y universal don Agustín de Betancourt y Molina, fundador de la Escuela de Ingenieros de Vías y Comunicaciones de San Petersburgo, en los años que vivió entre 1808 y 1824; así como para disputar, sin referee italiano,  el Mundial de fútbol  en el verano de las “noches blancas”.

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