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lunes, 20 de marzo de 2017

LOS BAJÍOS DE LA COSTA PORTUENSE Y EL FUTURO PARQUE MARÍTIMO

Agustín armas Hernández

Las ciudades y pueblos que, en estos tiempos que corren, se ralenticen o rezaguen perecen. Modernizarse y ponerse al día es esencial. Coger el tren del progreso es lo llamado. Más de treinta años han transcurrido desde que se pusiera la primera piedra del dique de contención del que sería, en el futuro, «Parque Marítimo Portuense». Para construir dicho parque, el Puerto de la Cruz tendría que sacrificar el segundo tramo del otrora exuberante y productivo bajío que media entre el muelle pesquero y el Castillo de San Felipe. Ocuparía en su totalidad la ribera marina lindante con el barrio de pescadores conocido como «La Ranilla». Preludio por el cual muchos buenos y veteranos pescadores tendrían que abandonar sus casas y, con dolor de su alma, instalarse en otros lugares de la Ciudad, e incluso fuera de ella. Alejados, como es obvio, de su medio habitual de subsistencia. La otra parte de aquel interesante bajío de origen volcánico; que con el anterior formaba la casi totalidad del litoral portuense, ya lo habían ocupado, tiempo atrás, las instalaciones del lago y piscinas de Martiánez. En este lugar emblemático del Puerto de la Cruz, dejó sus huellas de gran artista el prestigioso y ahora desaparecido César Manrique (D.E.P.). Osése, en el tramo que comprende desde San Telmo hasta el «Charco de la soga», lindante con la playa de Martiánez. De arena negra, como todos sabemos, es dicha playa cuyo nombre y fama son conocidísimos. El muelle pesquero, con el penitente, dividía y dividen, puesto que la costa no ha desaparecido, en dos partes claramente definidas los mencionados bajíos. Ambos tenían sus nombres que los distinguían. Al de Martiánez se le conocía como «bajío de arriba» y al de la Ranilla como «la brava». ¿Quién no los recuerda? Ciertamente, muchas personas. No solamente lugareños, sino también foráneos; gentes que venían de los pueblos colindantes e incluso allende del mar. 
Todos ellos se desplazaban al Puerto de la Cruz, no únicamente a disfrutar de su benigno clima, sino también a degustar, precisamente, los ricos mariscos y pescados de aquella ribera marina; ahora desaparecida y que tanto echamos de menos. ¿No reclamará el océano Atlántico algún día lo que le usurparon de sus dominios?... Esperemos que no. Intentos los han habido. Mas la sangre no ha llegado al río. Recordemos algunos de los productos marinos que tan abundantemente se daban en aquellos prodigiosos bajíos: cangrejos, lapas, pulpos, almejas, morenas, viejas, cabrillas, etc. El mar de entonces, limpio y transparente, junto al olor a yodo y a sal que se desprendían de aquel bravo y productivo litoral, además del excelente clima, hacían del Puerto de la Cruz el lugar más atrayente y atractivo para los amantes del mar y sus productos. El fluir de personas a la costa portuense de los pueblos de su entorno fue continuo y progresivo. Sobre todo, a partir de los años 50 con la riada de turistas extranjeros que nos invadían atraídos por la fama de pueblo tranquilo y de belleza sin par.
El llamado «sexo fuerte», no solamente del Puerto de la Cruz, sino también de toda la Isla, se acercaba a la playa de Martiánez no solamente a comer pescado y marisco fresco, sino además para contemplar el curioso contraste y perfecta armonía que se daba entre la arena negra de la playa y las rubias y esbeltas escandinavas tendidas al sol del medio día o de la tarde. Ahora bien, el Puerto de la Cruz que fue granero de media Isla, por no decir de toda, que dio de comer a mucha gente en aquellos años difíciles... Me pregunto: ¿por qué, ahora que nadamos en abundancia, se le tiene tan abandonado? Se hacen construcciones importantísimas con vistas al turismo en varios puntos de la Isla y se terminan rápidamente, mas en el Puerto de la Cruz las pocas que existen van muy lentas o seeternizan. 
¿No va siendo hora de que se acelere la terminación de su Parque Marítimo? ¿Por qué razón siendo el Puerto de la Cruz de tanta importancia turística, su puerto deportivo, pesquero y comercial tiene que ser, de los programados, el último en construirse? ¿Merece el Puerto de la Cruz este pago?... No y mil veces no. Tratemos al Puerto como se merece, ¡saquémoslo adelante! Hacerlo es de bien nacidos y de agradecidos.

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